martes, 20 de septiembre de 2011

Un día, una tarde y una muerte como cualquier otra



I

Particularmente no me gustan los payasos, desde que soy pequeño he desarrollado cierto temor y rechazo por ellos, no había una sola piñata o fiesta donde no me humillaran con sus bromas, o me hicieran perder en sus ridículos juegos, su voz chillona terminaba desorientándome más que sus trucos mágicos que nunca logré aprender, en fin, entiendo que por las circunstancias especiales de la vida, a estos hombres y mujeres les ha tocado entrar en esta rama del negocio del entretenimiento, -los que logran entrar- otros, deben resistir el rechazo de los miles que ven a diario en los buses y semáforos de la capital, cuando se suben a darles “un minuto de alegría” y luego tratan de convencerles de comprarles un chocolate.

 La tarde en que Henry Flores, mejor conocido como tin-tan el payaso de la 114, se encontró con la muerte, no fue distinta a cualquier otra tarde
II

Amanecía en el anexo del reparto san Benito, el canto de los gallos y el ladrido de los perros despertó a Henry, a su lado se encontraba su esposa y sus dos hijos. Elías el mayor debía despertarse pronto para ir a la escuela, pero todos se encontraban desvelados, pues el bebé no había parado de llorar en toda la noche, así que Henry dejó la cama procurando no hacer ruido, pasó rápidamente por la cocina para buscar algo que comer; dentro de su pequeño refrigerador solo había un litro de leche Skimo y una cuajada, entonces buscó el tarro de leche en polvo del bebé para prepararse un vaso y no dejar sin su leche Skimo a Elías y a su esposa, pero, el tarro estaba casi vacío, tendría que comprar otro en al menos tres días y el dinero con el que contaba no era suficiente. Salió de la casa comiéndose los chocolates que le habían sobrado el día anterior.

III

Al mismo tiempo que Henry esperaba la ruta para ir al mercado y conseguir más chocolates y venderlos durante el día, El raza, un conocido delincuente de Managua, que recorría las rutas con su pierna enferma, recibía la mañana saliendo de una celda de la estación IV de policía, la noche pasada había asaltado a una señora que se dirigía del trabajo a su casa, sin embargo, por falta de denuncias la policía no pudo retenerlo por más tiempo. El raza operaba de una manera peculiar, cuando entraba al bus saludaba a los pasajeros y les explicaba la situación, “bueno raza, aquí me tienen, algunos ya me conocen y otros no, como pueden ver ando con mi pierna enferma y pues necesito dinero para comprar los medicamentos, te voy a ser honesto raza, yo vengo siguiendo a la muchacha del fondo, la vengo siguiendo por su celular, pero prefiero pedir y no robarle, entonces aquí me encuentro pidiéndoles reales para no robarles, bueno raza voy a pasar por sus asientos y el que me quiera dar me da” la gente le temía tanto que no dudaban un segundo en darle aunque fuera un chelín de su bolsillo; no obstante, cuando el raza no conseguía lo que buscaba, terminaba bolseando a alguna persona del bus, y pasando los objetos a un cómplice que caminaba encubierto. La noche en que fue arrestado no contaba con que un policía estaba en la parada haciendo su último turno, debido a su aspecto decidió registrarlo… y el resto es historia.

IV

Habían pasado las doce del medio día y el sol de Managua se mostraba inclemente, una ola de calor azotaba la capital, los vendedores ambulantes de agua se bañaban con el hielo derretido de las bolsas para refrescarse. Henry estaba en la parada del 7sur y anunciaba las rutas que estaban próximas a detenerse, “la 115 vamos la 115 va para Miraflores, reparto José Aguirre, las lomas… la 115, vamos busquemos el centro…” así era como Henry hacia un poco de dinero extra, mientras esperaba las rutas donde él sabía que tenía posibilidades de vender sus chocolates, en especial la 114.

Cuando Henry vio venir la ruta 114 alistó su mercancía, y su “voz de payaso”, esperó que todos subieran al bus y avanzaran hasta el fondo y comenzó saludando a su audiencia, contó tres chistes, el último fue el mejor.

-Mire usted estimado pasajero, que lindo es tener una familia, más si hay niños en la familia, porque los niños son como una luz, pero muchas veces por tener muchas luces prendidas el recibo sale caro, ¡aayy que barbaridad! Que belleza son los niños, mire que yo tengo un niño que llegó a decirme, papi, en mi cuarto hay un alacrán, y yo le dije vaya mijo póngale el zapato al alacrán, y mire que risible, después mi hijo llega a decirme que no pudo, porque el zapato no le alcanzo en ninguno de sus piececitos.  
Algunas personas que ya lo conocían estaban aburridos de escucharlo, pero otros que ignoraban la existencia de tin-tan el payaso no pudieron evitar reírse con el chiste del alacrán. A Henry le fascinaba contarlo porque le recordaba cuanto amaba a su familia.

V

Habían pasado las tres de la tarde y el Raza escogió la ruta 114 para terminar de recolectar el dinero que usaría para consumir piedra por la noche, varios estudiantes y personas que él identificó como ingenuas habían abordado el bus, sino conseguía dinero con su discurso, podría bolsear a unos cuantos. Henry venia bajando de la 117 y se disponía a abordar la 114, tuvo que hacerlo por la parte de atrás, la entrada estaba bloqueada por gente que esperaba su turno para subir; nunca espero encontrarse con El raza una vez dentro. Ambos esperaban a que todos tomaran asiento y  terminaran de acomodarse en el bus para hacer su “trabajo”.

-¿Qué me dice ese pipo? no hay falla broder, yo espero a que vendas tus choco-bolas para después hacer lo mío- Le gritó El Raza a Henry desde la parte delantera.

Henry estaba mudo y temeroso, permaneció inmóvil.

-Bueno raza, aquí vengo, unos ya me conocen y otros no…

-¡Buenas tardes damas y caballeros, pasajeros de esta unidad de transporte!- interrumpió Henry con su voz de payaso más fuerte que nunca, haciendo que todos voltearan hacia la parte trasera.

El raza hizo una cara de desapruebo y espero a que Henry siguiera hablando, pero este permaneció inmóvil.
-¡¿Parece que el payasito, se está pasando de payasito verdá?! Bueno raza, como les decía…

-Damas y caballeros, una vez estaba yo soñando con mi novia Thalia, y que me besaba por todos lados…- interrumpió Henry de nuevo hasta que El raza se callara.

Así mismo ocurrió dos veces más hasta que El raza se callara por completo y se bajara del bus, Henry estaba muerto del susto, y se bajó una parada más adelante. Él no soportaba que por tipos como El raza, la mayoría de los trabajadores ambulantes tuvieran que recibir rechazo por parte de la gente, que al verlos, los asociaban directamente con delincuentes y vagos, pero nunca se imaginó que haría algo como eso, simplemente no se lo creía, regresaría a casa a tratar de asimilar todo.

VI

Era una tarde como cualquier otra, pronto serian las cinco y el sol se ocultaría finalmente. Henry ya había perdido casi todo el maquillaje de la cara, y estaba feliz de volver a casa para ver a su familia, pero mientras bajaba del bus recibió diez puñaladas de un sujeto desconocido que se dio a la fuga luego de cometer su crimen, la gente y el conductor del bus se alarmaron al escuchar sus gritos de muerte, pero nadie quiso hacer nada, nadie quería morir, los que andaban celular llamaron al noticiero antes que a la ambulancia, y Henry seguía en el piso gritando mas y mas fuerte por el dolor.

El sujeto desconocido, era el ayudante de El raza, la policía terminó por hacer unos cinco retratos hablados, ambos con rostros totalmente diferentes, el asesino era un misterio y lo seguiría siendo por un tiempo. Unos meses después volvió a cometer otro asesinato, por razones totalmente diferentes, esta vez no pudo escapar, el conductor del bus en el que viajaba Henry aquella tarde lo reconoció y fue a denunciarlo, Cacao, como le decían, nunca fue a juicio, murió dentro de la cárcel a manos de un criminal con el que tenia cuentas pendientes desde la primera vez que estuvo ahí.

Henry murió tirado en la calle, su cuerpo no pudo resistir las puñaladas. Su overol amarillo se tornó rojo, a primera vista parecía parte del disfraz, pero con el pasar de los minutos, el charco que lo rodeaba se hizo más notable que las manchas de su ropa. La gente hizo un círculo alrededor de él y fue cada vez más grande por la multitud de curiosos que llegaron a enterarse de lo que pasaba, su mujer fue de las ultimas en verlo, gracias a Dios fue sola; luego de pegar gritos de locura y derramar las lagrimas sobre su cuerpo guardó silencio por segundos, y sollozando preguntó “¿Dónde están los chocolates?”

VII

Las tardes en Managua siguen siendo iguales, El raza sigue abordando las unidades de transporte para hacer de las suyas, la gente sigue siendo robada, o desprendida de manera educada de sus pertenencias, la policía hace su trabajo, una y otra vez, pero no pueden retenerlo por mucho tiempo, o no quieren retenerlo más, las personas que se mueven en los buses y caminan por los semáforos se disgustan más y más por la inseguridad, en verdad nadie recuerda a Henry, se asesinato fue superado por otra tragedia expuesta en el noticiero, al final del año no se habló del asesinato de Henry, sino de los asesinatos que hubieron en la capital, todo se redujo a simples números, más vendedores siguen subiendo  a las rutas a vender sus productos, pero ninguno cuenta el chiste del alacrán.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias por tu comentario! estare pendiente de las publicaciones en tu blog :)

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  2. Me gusta mucho. Es una triste historia verdadera =)
    Bien hecho NV

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  3. Muchas gracias Elena, no pude checkar tu perfirl, pero si tenes un blog por favor mandame un mensaje con la dirección para seguirte!

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