domingo, 13 de marzo de 2011

AMALIA


Era un poco temprano, tome el bus en la parada como a eso de las cinco, usualmente estaría dormido a esa hora pero necesitaba salir temprano para hacer unas compras, normalmente no tendría porque ir a hacer compras tan de mañana pero estuve ocupado toda la semana con asuntos del trabajo y no pude hacerme un espacio para algo como eso. Recuerdo que esa mañana era fría, la gente se miraba pálida y cansada, seguramente tenían que salir antes que yo para ir a sus trabajos. Noté que se conocían por la rutina de tomar la misma ruta a la misma hora. Ese día la idea que las mañanas eran calladas, frescas y puras, con las aves cantando y el sol dejándose ver lentamente, secando poco a poco la humedad de mis ojos brillosos, murió. El viaje era demasiado incomodo, bueno, no era para menos, la gente se movía, rozaba, golpeaba, gritaba etc. Luego el fresco matutino se transformó en calor y olor corporal, todo mi cuerpo me maldecía y castigaba con dolores repentinos, todo esto complementado con  motivos personales un poco mas egoístas y carentes de importancia me llevaron a pensar en una frase que resumía todo lo que estaba pensando "Me quiero pegar un tiro".

Pronto divisé un asiento que estaba desocupado, era evidente que nadie quería ocuparlo. Al lado iba una anciana dormida, su respiración era muy leve y su piel morena aparentaba una tonalidad amarillenta, las personas alrededor se preguntaban si estaba muerta, ya había pasado un tiempo,  mis piernas pedían que me sentara. Entonces pensé que no importaba, de todas formas nadie podía inculparme de nada. Al momento en que me senté sentí la verdadera calma, no era el lugar mas cómodo del mundo pero era mil veces preferible que estar de pie, incluso, la anciana paso a un cuarto plano. Una vez que descansé le cedí mi asiento a una mujer embarazada que abordó la unidad de transporte, después me apresure a buscar la salida, pues mi parada se aproximaba, cuando llegué, jamás imaginé que nunca olvidaría mi viaje en ese bus.

En uno de los asientos de la parte trasera iba una mujer de aspecto curioso. Al verla por primera vez noté que observaba con detenimiento sus manos, supuse que se revisaba las uñas para asegurarse que no estuvieran sucias. A pesar de tener el aspecto de una persona ruda, también aparentaba ser aseada y esmerada en verse bien. La señora era gorda, su cabello crespo lo usaba corto y teñido de rojo, tenía piel canela, vestía de jeans, sandalias y una camisa lila, el perfume que usaba me llevaba confundido, no sabría decir si me resultaba agradable o desagradable. La verdad no tengo idea del porque me fije en ella, pero no podía quitarle la mirada de encima.

 A pesar de su aspecto fuerte percibí cierta inocencia en ella,  sus manos llamaron mi atención de nuevo, vi que portaba un anillo muy sencillo, estaba hecho de cobre y tenía un corazón rosa en la parte superior. Mi madre me había dado uno igual de niño y lo masque como si se tratara de mi más mortal enemigo, pero esta mujer sonreía al observarlo con mimo, obviamente significaba mucho para ella. Seguramente su novio se lo había obsequiado. Jamás logré entender ese tipo de situaciones, por un lado hay gente que menosprecia las cosas sentimentales y por otro están las personas que se derriten por los pequeños detalles, fuera lo que fuera en los momentos que pasé observándola sentí algo que jamás había sentido con tanta fuerza, confieso que la envidia se apoderó de mi, quizás demasiado. Mi sentimiento no tenía nada que ver con el anillo o lo que fuera que eso representara, sino por el aura que esa mujer cargaba, parecía tan feliz, y yo quería contagiarme de eso, el bus llegó a mi parada pero yo decidí quedarme observando a ese señora a la que nombre Amalia.

Durante el recorrido de la ruta decidí crear una historia para Amalia, una historia de amor que terminara con un final trágico, pero me dije a mi mismo que las tragedias se habían vuelto comunes y que si en mi historia Amalia debía morir, su muerte seria nada complicada o irónica, la muerte de Amalia debía ser natural, sin que llamara la atención, siendo yo el único testigo de que una vez existió. Repentinamente algo me dijo que debía dejar de pensar en muertes, las noches de insomnio y alcohol empezaban a afectarme. Quizás solo debía sacar a esa pobre mujer de mi cabeza y regresar para hacer las compras, jamás había ido tan lejos en ese bus y temía perderme. Sin embargo Amalia no abandonaba mis pensamientos, sentía como si ella misma me pidiera soñar con una realidad alterna, no podía negarme a esas peticiones así que pronto empecé a idear la historia perfecta para ella, fue cuando dirigió su mirada hacia mí como si supiera todo lo que pasaba por mi mente, se levantó de su asiento sonriendo, tomó lugar a la par mía y entonces fue ella quien empezó a observarme, se acercó y me dijo- Los muertos también podemos soñar, vagamos por este mundo haciéndolo perfecto, a la imagen de nuestros sueños, luego de que dejamos nuestros cuerpos logramos alcanzar todo eso que en vida deseamos- Su voz, tan fría y profunda me heló por unos cuantos segundos, todo fue tan rápido, apenas comenzaba a analizarlo y no pude evitar soltar una risa que velozmente se transformó en carcajada, no podía creer que había pasado la mañana observando a una loca, en ese instante me hice el juramento de asistir a terapia para vencer mi insomnio y mi alcoholismo, pronto todo se tornó tan divertido para mí que la multitud  me observó como si yo interrumpiera su paz. Por su expresión deduje que no le importo mi burla, se acercó a mi otra vez, y con esa voz llena de locura me susurro- Ya veo, aun no lo sabes, pero nosotros si podemos verlo, pronto te vas a dar cuenta- La risa se borró de mi rostro, pedí parada, el bus se detuvo y yo salí.

Es de suponer que me encontraba aterrorizado, pero no se equivoquen, creí que la mujer me asesinaría, fue un momento de paranoia, los locos siempre me habían causado temor y hasta ese momento jamás me había atrevido a burlarme de uno. Me vi en un lugar desconocido, crucé la calle esperando que el mismo bus pasara y hacer las compras de una sola vez, el tiempo se hizo eterno, el sol parecía no moverse del mismo lugar, el bus no pasaba, ningún vehículo, taxi o carretón de caballo, la desesperación me obligó a caminar, seguí la lógica e hice el mismo camino de retroceso. Caminé por horas, cuando ya había recorrido unos cuantos kilómetros me di cuenta que las calles estaban llenas de vehículos particulares, pero nada en lo que yo pudiera transportarme. De alguna forma regresé a casa, todo parecía un mal sueño producto de mis vicios.
Después de entrar me dirigí a mi habitación, las compras tendrían que esperar, solo quería bañarme y dormir un poco. Los catorce escalones de mi escalera fueron un martirio. Finalmente cuando llegué a mi habitación todo lo que dijo Amalia empezaba a tener sentido, mi cuerpo estaba sobre la cama, totalmente pálido, había sangre por todo el lugar, incluso en la pared, no habían señales de que alguien me hubiera encontrado. El miedo me llevó a pensar que todo eso era una pesadilla, pero no logré despertar jamás. En instantes las memorias tomaron posesión de mi cabeza, esas noches de locura  trajeron por primera vez una sensación de paz y libertad. Me di cuenta que al fin había tomado la iniciativa y el valor para hacer algo con mi vida, si es que entienden lo que digo. 

Desde ese día tomo el mismo bus a la misma hora, ya no temo perderme. No importa si viajo sentado o de pie, solo juego con mi imaginación para hacer mi mundo perfecto, los límites no existen más y debo aprovecharlo. Siempre hay momentos en que quisiera volver a vivir y regresar a la casa donde deje mi cuerpo, saber que hicieron con él, también me gustaría ver a algunas personas que conocí y a mi familia, pero no lo  haría aunque pudiera, ni siquiera cuando en la lucidez de mis sueños los recuerdos oscuros de mi suicidio logran asustarme, ya la muerte ha logrado cautivarme con eternas posibilidades de ser feliz y todo esto que deseo no es inalcanzable en eta realidad.  El tiempo ha pasado desde aquella vez y jamás vi a Amalia dentro del bus otra vez, me pregunto muchas veces si podremos encontrarnos, o si se habrá perdido soñando, viendo ese anillo que la hacía ver tan radiante. En realidad quisiera que regresara para disculparme y contarle esto. Sé que le daría gusto saber que al final me logré pegar un tiro.

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