The death of a beautiful woman, is unquestionably the most poetical topic in the world.
Edgar Allan Poe.
-Esos niños que siempre andan merodeando en las tumbas ¿quiénes son?
-Esos chavalos son hijos de una mujer que cuidaba algunas tumbas, dio a luz ocho cipotes, se murió de un paro cardiaco el mes pasado, los dejó arruinados. El papa es un irresponsable, aparece solamente cuando se le acaba el dinero para la bebida.
-Qué triste, alguien debería hacer algo por ellos, ayudarles de alguna manera.
-Los mayores tienen trabajo, Carlos, Manuel y Pedro son los cuidadores, se encargan de hacer todo lo que lograron aprender de su madre, los menores también van aprendiendo, de algo tienen que sobrevivir.
-Pobres niños, me gustaría poder hacer algo por ellos, en verdad que si.
-Estoy seguro que ellos aprenderán a cuidarse.
-Pero, no es justo, ellos son tan jóvenes.
-Igual que vos, sos una joven bonita. Sigo sin entender porqué venís cada noche a reunirte conmigo.
- Vengo a escuchar sus historias…
-A escuchar mis locuras, a eso venis…
-No son locuras…
- No sé si tenés familia, amigos o un lugar donde dormir, no sé que buscas de mi, deberías estar en una fiesta bailando o algo por el estilo… o estudiando, o trabajando, lo que sea que hagas para vivir. Sigo sin entender a que venís… No hay razón para venir a estas horas a un cementerio, a escuchar mis demencias, yo sé que en realidad no son ciertas…
- A mi me gustan sus historias, sean verdad o mentira, me hacen sentir viva cuando las cuenta…
- ¿Viva? Si no supiera que estoy loco diría que vos estas muerta… Entonces, te gustan mis historias, te voy a contar una entonces, algunas veces creo que mis tumbas se cuidan solas, ¿aun no has visto algún fantasma?, solo bromeo, esta es una historia casi olvidada.
-¿casi?...
-Sí, una historia casi olvidada, oculta solamente entre las sombras de los recuerdos de este lugar que parece tener vida, o quizás, es que ya ha robado la mía. Te lo he dicho muchas veces, cuando camino por aquí, escucho como respira, su aliento es frio, igual su voz… solo queda dejarse sepultar por el miedo, y esperar… esperar de nuevo, para ser libre.
Me inquieta pensarlo, así transcurre cada noche, horas y horas de divagación, errando por estos campos de lápidas frías, tratando de limpiar mi mente…. Quisiera irme.
-Pero si usted decidiera irse, yo no podría seguirlo…
-No tendrías porque seguirme, no tendrías porque hacerlo… Alguien más podría contarte mis historias, o si te quedas lo suficiente, vos podrías descubrir algunas cuantas. Cada noche esconde una, entre las lápidas de mármol y cemento, con Cristos y Ángeles resguardando el lugar de los silenciosos, como Emilio Suazo, mejor conocido con el sobrenombre de “Adán”, ya que tenía la costumbre de salir desnudo a la calle, corriendo y saltando, cuando se encontraba bajo los efectos de una media botella de caballito. Por aquellos días, su muerte se convirtió en una de las historias más comentadas y recordadas por los habitantes de esta comarca, El Manantial, lugar donde habitó toda su vida y permanece descansando por el resto de la próxima. “Hijo amado y hombre fiel hasta la muerte” así dice la inscripción en su lápida.
Emilio fue muy buena persona, claro, ignorando sus crisis de alcoholismo repentino. Era muy responsable, todos lo recuerdan como un tipo amable y respetuoso. Él desde muy niño se destacó en la escuela, siempre logró sobresalir con las mejores calificaciones, y siempre fue muy educado, como pasatiempo disecaba garrobos, culebras, gallos, cusucos y otros animales, luego los vendía a los artesanos del mercado para ganar un dinero extra. Estudió medicina forense por un tiempo en la Universidad Nacional, pero el maldito vicio lo arruinó, logró graduarse de enfermero a duras penas.
Después de finalizar sus estudios trabajó un tiempo en la funeraria “Paz y Vida”, componiendo cadáveres junto a un amigo de la universidad, el Dr. Mario López, quien era sobrino del dueño.
Hay personas que se empeñan en ver a sus fallecidos como si aun estuvieran vivos, siempre he dicho que es una forma ridícula de resignarse a la muerte, y una violación a sus seres queridos. Pero para Emilio no había trabajo más natural, en realidad tenía mucho talento, por así decirlo.
Admiraba mucho a su amigo, el Dr. López, él siempre estuvo a su lado para ayudarle, no importaba cuanto tardara Emilio en superar sus crisis, el Dr. López siempre tenía el trabajo disponible.
Emilio tuvo posibilidades de vivir mejor, pero el vicio lo arruinó todo, con cada botella, o con cada media botella vas dando un paso más a la desgracia, pero no te lo voy a negar, a los hombres nos gusta la desgracia. Emilio repetía constantes veces que a él no le hacía tanta falta vivir bien, que no era un enfermero con complejo de “doctor burgués”, y decidió vivir en El Manantial toda su vida, así aprovecharía para cuidar a sus padres, decía él. Un borracho no se cuida a sí mismo, ¿Cómo puede cuidar a otros?
Todas las noches, cuando la comarca parecía estar dormida salía a pasearse por las calles, cargaba su arma por seguridad y su radio portátil, tarareaba mientras recorría los caminos, y luego se iba a sentar bajo del árbol de ceibo más grande cerca de este cementerio, ahí solía despejar su mente, observando la luz única de las estrellas y la luna, escuchando su música instrumental, escribiendo algunas veces sobre su trabajo, sus crisis, recuerdos, sobre Abigail…
¿Vos sos nueva por aquí, verdad? Ahora la gente la menciona poco, no sé si has escuchado de ella.
-He escuchado algunas cosas… soy nueva por aquí, se lo dije ayer don Ignacio.
-Bueno… esa muchachita, Abigail, era el único motivo de “Adán” para permanecer en El Manantial, siempre la mencionaba y guardaba todos los artefactos que le pertenecieron en su infancia, era una especie de obsesión enfermiza…
“¿Quién no recuerda a su amor de la escuela primaria?” decía Emilio, cuando sus amigos le sacaban el tema en cualquier ocasión, y el tenia razón, todos recordamos nuestro primer amor, yo lo hago todo el tiempo, seguramente vos lo haces. Pero él, en secreto recordaba más que un amor un infantil, o a una muchachita que le hiciera latir el corazón a mil por hora, él recordaba a una mujer, a una amiga de toda la vida, a una amiga intima, y dentro de esa intimidad “Adán” recordaba una promesa…
-¿Qué promesa?...
-Bueno, si te lo digo así por así no lo entenderías, ellos tienen su historia y tengo que contarla, ¿ya te vas? Si ya te vas no importa, la dejamos para otro día… ya se hace tarde.
-No, aun no me voy.
-Pues deberías, se hace tarde, y a estas horas tus padres deben estar preocupados, no son horas de estar platicando con un extraño, y mucho menos en un cementerio, sería mejor que te fueras.
-Yo no tengo padres don Ignacio, se lo dije ayer.
-Pues si no tenés la persona con la que vivís debe estar preocupada, no me digas que una jovencita como vos vive sola, porque eso no me lo creo, se ve que no sos del mundo, tenés educación, seguramente sos de buena familia…
-Usted me recuerda a mi abuelo, comenzaba contándome una historia y nunca terminaba, se quedaba dormido, y todavía se molestaba cuando lo interrumpía. Usted nunca termina porque se distrae con facilidad, mejor lo dejo de interrumpir.
-A mi no me molesta que me interrumpas, me mantiene despierto… ya me perdí, ¿por dónde iba?
-Me iba a contar sobre la promesa, don Ignacio.
-Cierto, es una historia larga…
Abigail era una muchacha dulce, con ese aire de inocente que tiene toda mujer hasta que algún “suertero” por así decirlo encuentra la forma de arrebatarle esa inocencia, y claro, ¿De que vale la inocencia sin la belleza?, no vale nada, Emilio lo sabía, él no la observaba con ojos de niño, nunca recordó haberlo hecho, la miraba y de frente tenía una mujer, la novia de su infancia había crecido, era ella, pero también era otra, más bella. Le encantaban esos ojos achinados y oscuros, esa piel morena, sus cabellos negros hasta la cintura, sus manos suaves, los piececitos de tamal, divagaba imaginando su desnudez, sus pechos color canela y sus curvas con el tamaño adecuado, amaba su sonrisa, su mirada, todo era perfecto; él se refería a ella como la “indita más bella”.
Pobre, lo tenía loco. Siempre he dicho que no hay peor cosa que enamorarse, no deja nada bueno.
Como te dije, ellos se conocieron desde pequeños, estudiaron juntos, jugaron juntos, rieron juntos y así pasaron toda su niñez y adolescencia, siempre juntos, sus padres los llamaban amigo-vios, ¿Entendés? Amigos y novios. De niños ellos lo negaban, a medida que fueron creciendo prefirieron no hablar del asunto, eran el uno para el otro, lo dejaban por sentado.
Se habían prometido hacerlo todo juntos la primera vez, y compartieron prácticamente todo, una primera noche bajo las estrellas contemplando la inmensidad del espacio, un primer baño bajo la lluvia para escurrir las cargas de su cuerpo, un primer escape a la mitad de la noche para compartir un primer beso, y ese primer beso, fue para Emilio un primer beso para enamorarse.
Y así fueron escribiendo su historia, compartiendo sus primeras experiencias, cada vez mas intimas, excepto una, la más deseada por Emilio… habían acordado hacerlo muchas veces, y cada vez algo lo impedía, pero una noche eligieron intentarlo bajo el ceibón cerca de aquí, sobre una manta, en soledad con la noche y las estrellas, parecía perfecto, una noche en la que finalmente serian uno… Vos entenderás de eso seguramente.
-Si…
-Que bien que seguís aquí, pensé por un momento que me encontraba hablando con el viento, ¿no tenés sueño? Seguro pensás que ya hice larga esta chochada.
-No, yo no duermo don Ignacio,
-Sí, de eso si me acuerdo, me lo dijiste ayer…
Bueno, estaba todo planeado, Emilio parecía dundo, pensaba en eso todo el tiempo, pero cuando estaba con ella trataba de ocultarlo, y aunque la impaciencia le estuviera destrozando por dentro lo ocultaba muy bien. No se lo creía, ya era un hecho, pronto Abigail cumpliría dieciséis, ese día estarían juntos bajo las ramas del ceibón, unas cuantas semanas y su vida nunca estaría mejor, dejaban la escuela secundaria, irían a la universidad juntos, era un sueño, para Emilio en verdad lo era.
El problema con los sueños, mi querida joven, es que eventualmente uno debe despertar, y entre más profundo uno se hunde en sus sueños, más difícil se vuelve hacerlo; aunque con gran dificultad uno logra salir de ellos, una vez despierto se tiene la sensación de haber vivido todo lo soñado, y queda resentimiento y depresión, más el deseo de no haber despertado. Algo parecido sintió Emilio cuando un día como cualquier otro fue a casa de Abigail y no encontró a nadie, la casa estaba vacía, ella y sus padres se habían ido. En ese momento no entendía nada, no quería entender nada, solo saber a donde había ido para ir tras ella, entonces empezó a caminar, esperando encontrarla por alguna de las calles de El Manantial, llorando furioso gritaba su nombre, visitó todo lugar que ellos frecuentaban, el parque, la plaza, el mercado y el ceibón, ahí esperaba encontrar una respuesta, pero no había nada, se sentó a llorar bajo el árbol y ahí se quedó dormido hasta el anochecer, luego empezó su camino regreso a casa, entendía muy bien que ella ya no estaba, no sabía si volvería a verla, y pronto empezó a dudar de que alguna vez ella hubiera existido, fue un largo camino a casa, la noche nunca estuvo tan silenciosa y el silencio nunca fue tan atormentador, llantos, gritos, mas llantos dentro de Emilio, debía dejarlo salir todo antes de llegar.
Caminaba con la idea que alguien podría darle respuestas en casa, o que algún vecino tendría una explicación, un recado, un chisme, cualquier cosa por muy tonta e ilusa que fuera.
-¿y qué pasó, alguien le dijo algo?
-Sí, todos tenían algo que decir, pero, Emilio nunca quedó satisfecho con ninguna de las versiones, sus padres le dijeron que cuando Abigail regresó a su casa ya la familia tenía todo listo para marcharse- No le dijeron nada a nadie, solo se fueron-. Algunos vecinos decían que el banco les confisco la casa, y otros decían que habían vendido para pagar deudas mas grandes, pero en realidad eran solo especulaciones… La casa nunca volvió a ser habitada.
Emilio continuó con su vida, se mudó a la capital y comenzó la universidad, hizo nuevos amigos, pero siempre lo acompañaba esa sensación de vacío, y él empezó a llenarla con alcohol, o al menos esa era su intención, bebía cuando recordaba un momento especial junto a Abigail, pero, especialmente cuando se cumplía el aniversario de su partida , ella regresaba en sus memorias y lo acosaba como nunca, sus recuerdos lo tenían perdido, se encerraba en su dormitorio y bebía llorando en silencio y deseando volver a verla, hasta quedarse dormido. Parecía ser un ciclo interminable, todos los años cada cierto tiempo optaba por perder el control. ¡Solo Dios sabrá por qué a nosotros nos gusta tanto la desgracia!
Sus amigos le convencieron de salir del dormitorio, creyeron que sería buena idea sacarlo a conocer gente nueva, para desgracia de Emilio y sus compañeros, él optó por la locura una vez más, se desvistió y empezó a correr desnudo por las calles, gritando el nombre de Abigail, el primer día lograron alcanzarlo y llevarlo hasta el dormitorio… otras veces no tuvieron tanta suerte, y otras no tuvieron tanta voluntad.
Entenderás que no es fácil soportar ese tipo de situaciones, cada año, cada cierto tiempo, unas veces peores que otras.
-Pobre hombre… ¿Y qué pasó con Abigail, alguna vez se volvieron a ver?
-Si de alguna manera ellos se volvieron a ver, mucho tiempo después, Emilio ya se había graduado y estaba trabajando en la funeraria. No obstante, el regreso de Abigail no significó una solución a las crisis de Emilio, cuando ella regresó, lo hizo solo para él y esa maldición al final terminó cayendo sobre el pobre… el pobre hombre, como decís vos.
Abigail regresó en una noche, silenciosa y discreta igual que su partida, nadie supo de su regreso.
Emilio andaba en farra desde hace tiempo y estaba dormido sin ropa bajo el ceibón. El tipo se encontraba en el suelo, atolondrado, sin entender nada de nada, pero escuchó el nombre de Abigail, se levantó asustado preguntándose donde estaba. Estaba seguro que había vuelto. Una vez en casa, le preguntó a su madre si la muchacha había vuelto, pero ella no sabía nada, los vecinos no le dieron respuesta, nadie quiere hablar con un picado, se dirigió a la casa pero aun seguía vacía.
La depresión y confusión empezaron a apoderarse de Emilio, esa noche no logro dormir debido a su angustia, pasó horas y horas mirando por la ventana, esperando verla, de pronto vio pasar un auto viejo, y entonces la vio, era ella, había regresado, pero, ya no vivía en la misma casa, se dirigía a otro lugar, él vio que iba acompañada de una niña y un hombre bastante mayor, no sabía quién era él, pero era fácil suponerlo, eso le decepcionó aun más; él quería verla enseguida, y a la vez quería evitar verla a toda costa, y no enfrentar su temor, se sentía vacio, devastado y estúpido.
Al día siguiente cuando despertó, escuchó su voz, Abigail parecía estar hablando con sus padres, parecían estar muy contentos todos hablando y riendo, no distinguía lo que decían, escucho a su madre acercándose para despertarlo. Emilio no quería saber nada, cerro sus ojos, e intento hacerse el dormido-Emilio, ya sé que estas despierto, deja la tontería ya… y rápido, no te he enseñado a ser un perezoso- luego de que su madre se fuera, Emilio abrió sus ojos y se levantó de la cama, caminó al baño- Eventualmente tendré que verla, me la podría encontrar caminando, o ella podría volver, evitarla es imposible- pensaba, mientras se bañaba para quitarse la goma de encima. Todavía podía escucharla hablar con sus padres, él se dirigió hacia la sala después de vestirse, fue un momento de tensión, no sabía si decir algo, o esperar que ella lo viera- ¿debería estar serio o sonriente al verla de nuevo?, ¿y después que pasará? ¿Contestará mis preguntas? ¿En verdad quiero saber algo? ¿Debería olvidarlo todo, debería olvidar la promesa? ¿Ya sabrá que me emborracho pensando en ella?- todas esas preguntas se las hacia mientras caminaba hacia la sala. Cuando finalmente salió, Abigail no estaba ahí, Emilio estaba confundido, no sabía cómo reaccionar, quería preguntar, pero temía parecer un loco, no lograba comprender nada, prefirió dejarlo así, lo que escuchaba y sentía era una simple fantasía.
Unos minutos después se fue a caminar por las calles de la comarca. Caminó por largo tiempo, iba sonriendo, tratando de adivinar lo que pasaba, se preguntaba si en verdad había visto a Abigail pasar en un carro la noche anterior, probablemente todo era obra de su mente, seguía caminando, el calor era insoportable, hacia mucho que no caminaba en el día de manera consciente, sin embargo, tardó mucho en darse cuenta que había caminado hacia el ceibón, una vez ahí, imaginó que si era verdad que ella había llegado, eventualmente llegaría a recordar los viejos tiempos, entonces decidió esperarla.
Esperó por largo tiempo, empezó a dudar, quería regresar y dejar las cosas como estaban, casi, casi estaba reconociendo que estaba delirando, aun tenía dudas que lo confundían, empezó a preguntarse si algún día la volvería a ver, hasta ahora había estado sufriendo y martirizándose sin intentar encontrarla, había estado huyendo de sus problemas y a la vez creándose más problemas, habían pasado años, ya no era un adolescente, empezó a pensar que quizás era hora de olvidarlo todo, de resignarse a que ella nunca regresaría, ni el mismo podía creerlo, ya estaba cansado de alimentar ese recuerdo sin esperanza, entonces decidió marcharse, pero…. Cuando ya se iba escucho venir a alguien caminando detrás de él.
-La curiosidad mató al gato ¡jum!
-Bien dicho…
Emilio estaba nervioso, quien podría ser si no ella, era una oportunidad única para verla, o para decepcionarse una vez más, pensaba en su nombre- Abigail, sos vos- y entonces, de pronto, alguien le llamó- Emilio, no te vayas aun-. Estaban juntos, frente a frente, después de tanto tiempo sin saber el uno del otro, bajo el mismo árbol donde solían soñar que pasarían una eternidad siendo felices, amándose. Era el momento indicado, Emilio podría aliviar sus penas, desahogarse, enterarse de lo que pasó con Abigail durante todo ese tiempo, ¿Era la misma Abigail? Sin duda conservaba su belleza, pero quizás había cambiado, el tiempo transforma a las personas, muchas veces les ablanda el carácter y otras lo endurece, solo había un forma de saberlo, platicar con ella. El silencio seguía ahí presente, ahora estaban sentados y él esperaba que ella hablara primero, y así fue.
-Emilio, en verdad me alegra mucho verte, cuando decidí volver al manantial en lo único que pensaba era en vos, temía que no estuvieras viviendo aquí, y que tus padres no me dijeran donde podía encontrarte, temía que no quisieras verme nunca más, o que me hubieras olvidado-. Le dijo Abigail, esperando una respuesta
Pero Emilio, se encontraba distante-Gracias, Abigail…-Le respondió, sin saber que más decir.
-Estoy segura que tenés muchas dudas, y de que estas resentido, por cómo me fui, sin decir nada, sin despedirme de vos, imagino que la gente habló mal de mí, y de mi familia, y en verdad, la gente no sabe lo que habla Emilio…Pero son tus dudas lo que me preocupan, supongo que esperas una explicación.-Le dijo ella, casi sin aire, era un momento de mucha tensión.
-En verdad, creo que la merezco…-Le respondió él, un poco esperanzado.
-Entiendo… aun no comprendo por qué mi padre nos llevó fuera del manantial, pero él no quería volver aquí por nada del mundo, estaba aterrado de volver, y nunca quiso hablar de eso, jamás nos permitió hablar de eso, nos mudamos muchas veces y cada vez se hablaba menos de este lugar, lamentablemente jamás sabré lo que le causaba ese temor.
-Podrías preguntarle…ya ha pasado mucho tiempo, no sos una niña…
-El murió Emilio, él y mi madre, fue hace poco, ya estaban muy enfermos, cuando ya no tenía que cuidarlos decidí volver.
-En verdad lo siento Abigail.
-Todo está bien, ahora solo quiero rehacer mi vida…
-Entiendo, iniciar una nueva familia es una buena opción.
-Los que me acompañan, son una familia para mi Emilio, en verdad lo son, estoy muy contenta de tenerlos a mí lado, esa muchachita es muy especial, se llama Aurelia, como tú madre, pero…
-¿Pero…?
-Pero ella no es mi hija Emilio, y el no es mi esposo… se que te resultará difícil creer lo que te voy a decir… Emilio, yo… yo honré la promesa que hicimos.-En ese momento Emilio sintió como si su mente fuera tumbada contra el suelo y quedara inmóvil.
Abigail, le había confesado que había honrado su promesa, en verdad era algo muy difícil de creer, quedó enmudecido, casi temblaba.
-y no solo la honré Emilio, también vine a cumplirla.-Le dijo Abigail con sus ojos clavados en la expresión que tenía Emilio en su rostro.
Emilio casi no respiraba, le parecía un sueño, y esta vez temía “despertar”. En ese momento, no importaba nada más, el se convencería de que la niña no era su hija, y que ese hombre no era su esposo o amante, no creería nada, solo en ella, y en la promesa. Emilio era un pendejo que seguía enamorado.
-Es decir que…
-Sí, Emilio y Abigail intentaría estar juntos, bajo la sombra del ceibón.
Te parecerá un poco tonto todo ese asunto de la promesa, y en verdad lo es, te dije que Emilio era un pendejo enamorado y también era un pendejo lujurioso, pero bueno, la raíz de todo su “sufrimiento” fue a causa de que Abigail partió y lo dejó con las ganas, por así decirlo, así que él no iba a dejar pasar ese chance. Era el momento de su vida. Emilio prefirió no hacerlo en ese instante, estaba demasiado emocionado, más bien loco, prefirió hacerlo justo como lo habían planeado hace mucho tiempo, ya no sería el cumpleaños de Abigail, pero en su mente tenía la idea de que su acto seria el nacimiento de algo nuevo, algo especial y mágico, ¡fíjate vos! Ya había perdido la razón.
-Usted dijo, que Abigail, había regresado solo para Emilio…
-Si, en verdad Abigail había regresado solo para él, y los sucesos posteriores al día que hablaron bajo el ceibón demuestran que volvió maldita.
-Don Ignacio, no entiendo… ¿Por qué “maldita”?
-Hija, cuando la mujer que un hombre ama muere, el hombre debe ir tras ella, porque si no lo hace, entonces no la ama… recordarás que comencé hablando sobre la muerte de Emilio… ¿o qué?, ¿Ya te parecía que iban a estar juntos por siempre?
Emilio llegó esa noche al ceibón con ansias de verla llegar, él tenia la música, las mantas, un poco de comida y el tiempo, todo el tiempo del mundo para esperarla, las horas pasaron y la noche era testigo de su frustración, no entendía que pasaba, apago la música, inmerso en el silencio nocturno la llamaba con sus pensamientos, intentaba atraerla con sus ideas… antes de escuchar sus propios alaridos, Emilio escuchó una rama quebrarse y vio entonces como Abigail caía sobre él, no se trataba de ninguna broma, el cuerpo de la “indita más bella” estaba en el suelo, sin vida, con una soga en el cuello y con los ojos clavados viendo el infinito, y Emilio no escuchaba nada más que sus propios gritos, desesperado empezó a llorar y a gritarle a la noche inmensa, y en su desconcierto, no pudo hacer mas.
La muerte de Abigail era un hecho que poco a poco tomaba forma en la mente de Emilio, intentaba decidir qué hacer, se rehusaba a dejarla ir, no era nada sencillo, pero, no tuvo más opción que trasladar su cuerpo a la Funeraria Paz y Vida; estaba cerrada porque el Dr. Mario López se encontraba fuera del país pero Emilio estaba a cargo, tenia llaves y acceso a todo el lugar… decidió preparar el cuerpo a escondidas. Pasó por la casa donde Abigail vivía, no había carro, las luces estaban apagadas y la casa parecía vacía, Emilio prefirió no entrar a revisar, no quería arriesgarse, sus planes requerían de mucho cuidado y no necesitaba ningún testigo.
Cuando llegó no había nadie, justo como él esperaba, se apresuró a abrir la puerta y a sacar su cuerpo, debía comenzar pronto aunque el dolor era incontenible, él le decía- Está todo bien, no te preocupes, yo puedo hacer esto- pero por dentro Emilio moría, una parte de él había cambiado cuando Abigail marchó la primera vez, optó por la locura para aliviar su dolor, ¿pero qué haría ahora? Abigail se había marchado para siempre, estaba completamente destrozado, con su muerte lo había perdido todo, a una amiga, a una amante, había perdido toda esperanza de ser feliz, toda oportunidad de consumar su máximo deseo, no quedaba nada por hacer si no, crear la ilusión de que ella aun vivía, para darle el ultimo adiós, claro, después de cumplir con su promesa.
-¿Y cómo haría eso?
-Emilio lo hizo, aun cuando ella ya no respiraba…
Empezó a prepararla… limpió su cuerpo, su boca, sus encías y fosas nasales, masajeó sus músculos para mantenerlos suaves, y colocó el cuerpo en posición lineal, Emilio estaba trabajando con gran delicadeza, luego le cerró los ojos, y pegó su boca, él era muy detallista, empezó a aplicar la formalina en las arterias, en la funeraria ocupaban un liquido especial, con aspecto de sangre, eso le retornaba un poco de color a los cadáveres, antes había drenado todos los fluidos, gases, los intestinos, riñones, ovarios, estomago y todo los demás órganos, ese procedimiento fue algo critico, por primera vez en sus años de trabajo Emilio sentía que profanaba el cuerpo de alguien.
Emilio no selló ni el ano ni la vagina de Abigail, eso es algo básico y necesario en el proceso, pero no lo hizo, si lo hacía no podría seguir con sus planes… volvió a lavar el cuerpo, esta vez casi obsesivo le habló, sus lagrimas escapaban y él le contaba su vida, pequeños detalles de lo que había pasado cuando ella marchó, recordaba sus noches intimas bajo el ceibón, la peinó, y pinto sus uñas, todo estaba casi terminado, solo debía maquillarla, y una vez que lo hizo la vistió, aun debía continuar con sus planes.
-¿A qué se refiere?
-Emilio debía seguir con sus planes…
Tomó el cuerpo de Abigail y lo colocó de nuevo sobre la cama donde la había preparado, la música comenzó a sonar,- instrumental- le dijo- cuando te fuiste era lo único que me relajaba-. Emilio estaba en soledad, no se escuchaba ni un alma, empezó a besarla- te amo- le repetía con cada beso- siempre soñé estar con vos, bajo la sombra de nuestro árbol, era lo único que deseaba- le decía mientras dejaba correr sus lagrimas. Entonces, se subió a la cama y empezó a desvestirla, y la besaba con delicadeza, con pasión, bajó, desde su rostro hasta sus pechos, quería ver sus ojos, quería verla sonreír y sentir su aliento, nada de eso iba a pasar, Emilio escurrió sus manos debajo del vestido- Siempre te gustó- le dijo, mientras se desvestía, y cumplía con sus planes, hizo a Abigail consumar su promesa; la locura había tomado posesión de él una vez más. Por eso te dije, no hay nada peor que enamorarse, no deja nada bueno. Para Emilio fue una sensación increíble, luego de terminar sintió una gran satisfacción, había dejado salir todo, por primera vez luego que ella se había ido, él sentía paz.
Emilio, escondió el cuerpo en el cementerio de El Manantial, es decir aquí donde nosotros nos encontramos, luego se fue a recorrer las calles de la comarca como solía hacerlo, sintió miedo de regresar al ceibón, prefirió buscar otro lugar y beber en soledad, unos cuantos tragos a escondidas, los últimos tragos de la noche. Regresó ebrio a su casa, no estaba desnudo por suerte, aun en ese estado no recibió miradas desaprobatorias, sino miradas de lástima que parecían inculparlo, cargadas de poca comprensión, el remordimiento se apoderaba de él, pero quería hacerlo de nuevo.
Otro día había transcurrido, revisó unas cuantas veces si el cuerpo seguía en el mismo lugar y ahí estaba, luego fue a la casa donde Abigail vivía y seguía vacía, sin carro, sin muebles, y la puerta continuaba abierta, prefirió no pensar más en eso, no sabía por qué sus acompañantes se habían ido, no quería saberlo, el tenia a Abigail y eso era todo lo que necesitaba. Por la noche, cuando las luces se apagaron por toda la comarca, Emilio abandonó su casa, llevó como de costumbre su arma, su radio, y una infaltable botella de caballito, se dirigía al cementerio, estaría con Abigail una vez más.
Ella se encontraba casi intacta, él tenía un forma especial de trabajar, la había preparado para muchos días de vela, estaba obsesionado con la idea de “hacerla suya”, tenía intenciones de ir repetidas veces a la tumba, trasladarla a un mausoleo propio para que nadie encontrara el cuerpo, y aunque debía ser pronto, esa noche solo quería “hacerla suya”. Repitió el mismo proceso, casi como un ritual, mismas palabras, mismos recuerdos, esta vez manejó su cuerpo con mayor libertad, se permitió moverlo de lugar, y cambiarlo de posición, empezó a conversar, a reír, con mucha franqueza y soltura, ya no tenía el mismo resentimiento ni la misma furia, había revivido a Abigail con su locura, actuaba como si ella le escuchara, o respondiera, finalmente, se quedó dormido junto a ella.
Emilio no regresó a casa esa noche, a la mañana siguiente sus padres se encontraban preocupados, era usual que el regresara después de varios días, pero habían rumores en la comarca de que habían llegado unos ladrones de cuerpos al cementerio, don Carlos Miranda llevaba días buscando el cuerpo de su hija, también había desaparecido el cuerpo doña Martha Soto, algunos decían que se trataba de rituales satánicos, otros que buscaban tesoros en las tumbas, habían quienes opinaban que algunos jóvenes delincuentes habían robado los cuerpos, para jugar con la gente. Los padres de Emilio temían que a su hijo le hubieran hecho algo por borracho.
El cuidador del cementerio se dirigió a la casa de Emilio, para avisarle a su madre que debía ir al cementerio urgentemente, la noticia se esparció rápidamente, primero en la cuadra, luego en la siguiente, y así hasta que toda la comarca se enteró, como era usual, todos fueron al cementerio a ver qué pasaba; el lugar estaba repleto de gente, pero la madre de Emilio reconoció la linterna y el radio de su hijo, y más abajo vio su arma, algunos ya sabían que esperar, las autoridades, ambulancias, algunos medios amarillistas, ya habían llegado, una vez que abrieron las puertas de la tumba comprobaron lo inevitable, encontraron a Emilio dormido y desnudo junto al cadáver de una joven, Carmen Miranda, el parecido con Abigail era extraordinario.
La gente se encontraba escandalizada, no tenían nombre para lo que veían, sus padres lloraban y renegaban de los hechos, intentaban esconder la cara por la vergüenza, pero se asomaban a ver que pasaba con su hijo, aun no estaban seguros, Emilio no parecía estar muerto, aun no comprobaban si respiraba o no, si estaba vivo tenía que responder muchas preguntas, y si no lo estaba, entonces alguien debía dar muchas respuestas, no solo a sus padres, a la comarca entera.
Los minutos pasaron como horas, luego de una larga espera comprobaron que Emilio estaba inconsciente-gracias Dios- dijo su madre. Despertó desconcertado, pero pronto se dio cuenta de lo que pasaba, entonces mientras lo trasladaban al hospital gritaba- Yo quiero ir con ella, déjenme ir con ella-.
Luego de un tiempo las investigaciones revelaron que Emilio había estado preparando el cadáver de la niña Miranda por varios días en el mausoleo, había estado jugando a hablar con Abigail por varios días, también lo guardó en una casa apartada, lo movía constantemente para que nadie lo encontrara, luego lo trasladó a la funeraria para cumplir con su macabro propósito, nunca supieron por que Emilio sabía de Carmen y de su parecido con Abigail, pero si Emilio confesó que ella era la mejor opción porque no cuidaban su tumba, además admitió haber creado esa historia macabra, les contó cada paso, como él había escrito y planeado todo bajo el famoso árbol durante muchas noches que soñaba verla de nuevo, todo era un guión bien elaborado, la conversación que “tuvo” con ella la primera vez que la vio después de su “regreso” fue el monologo de un demente al lado del cadáver de una inocente. Emilio también declaró que necesitaba una excusa para no sentir ni miedo ni remordimiento, cualquier excusa para perdonar a Abigail en “vida”, sus acompañantes eran personajes creados por Emilio para proyectar lo que ansiaba y nunca tuvo, una familia con Abigail. Según él, nunca supo por que ella se había ido, después de un tiempo se dio cuenta que no quería saberlo, además, Abigail probablemente nunca lo supo, por eso fue que no escribió nada revelador en esa conversación. El estaba convencido de que ella le había hablado desde el más allá y el debía atender ese llamado, y el cuerpo de Carmen era el adecuado para sus planes.
-Nunca supe que se parecían tanto, yo solo pretendía que era Abigail, creé nuestra historia trágica porque así terminó la primera vez, y si había de terminar de nuevo, tendría que ser igual, creo que así podríamos comenzar de nuevo, esta vez los dos felices- Le dijo Emilio a la policía antes de ser liberado.
-Hubo muchas versiones de lo que te cuento, unas más distorsionadas que otras, pero en verdad, uno nunca sabe lo que es verdad o lo que es mentira. El Dr. López sufrió mucho al enterarse, el había tratado de ayudar a Emilio lo mejor que pudo, pero no había podido, los doctores catalogaron ese caso como un estado de “demencia momentánea” ya que la familia de la muchacha nunca presentó cargos, no querían escandalizar más la situación, entonces lo dejaron ir, aun cuando sabían que había actuado premeditadamente.
Estuvo al cuidado de sus padres desde entonces, y parecía recuperarse. Pero, una mañana encontraron una nota en su cuarto que decía “Voy tras ella, pues no la encontré en esta vida, ella me encontró a mi desde la otra, es nuestro destino estar juntos”, inmediatamente su madre empezó a buscarlo por toda la comarca, no tardaron mucho en encontrarlo, Emilio se había ahorcado en una de las ramas del ceibón.
Dicen que lo enterraron aquí, que él está en una de las tumbas que yo cuido, pero aun no he logrado encontrarla, y llevo tiempo cuidando este sector, quizás vos podrías ayudarme a encontrarla, otro día que regreses.
Es curioso, ¿Sabes? una vez escuché, que incuestionablemente, la muerte de una mujer bella es el tema más poético del mundo. Pero, ¿No crees que las acciones de Emilio podrían ser una inmensa manifestación poética de amor?, y vos sabrás que el amor se manifiesta de formas misteriosas, acompañado de dolor, nostalgias, ilusiones llenas de agonía, auges momentáneos, felicidad, alegría y fracasos… y en este caso, bueno, vos deberías juzgarlo.
-Vaya… don Ignacio, yo… ahora entiendo
-¿te gustó la historia jovencita?
-Sí… me gustó don Ignacio… creo que, siento un poco de miedo pero… creo entender ¿Dígame, la encontró?
-Ah?! No entiendo, ¿qué intentas decir con eso…?
-No sé, es por algo que me dijo ayer, pero creo que usted no lo recuerda…
-¿Qué te dije? Yo…
-Usted me dijo- he olvidado quien soy, y lo he hecho casi a propósito, siento culpa y la alivio de esa manera-. Creo que siente culpa por no haberla encontrado, y haber actuado en vano.
-¿Qué tiene que ver eso con…?
-Todas las noches lo encuentro sentado sobre esta misma tumba, y todas las noches me cuenta una historia diferente, pero creo que esta noche ha decidido contarme la suya… Aun no me explico por qué.
-Niña… de que…
-Hasta hoy leí la inscripción que tiene esa lapida, pero estoy segura que usted no lo ha hecho en mucho tiempo…
-No he…
-¿Que no la ve don Ignacio?, “Emilio Ignacio Suazo Casas, hijo amado y hombre fiel hasta la muerte” así dice la inscripción en su tumba.
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