Escalar el volcán Maderas
prometía ser una aventura inolvidable, la idea de hacerlo no surgió de la nada,
desde antes que llegáramos a la isla de Ometepe mi hermana y yo habíamos
insistido a nuestros padres en subir todos juntos, o bien, solo ella y yo con
la ayuda de un guía, nos decidimos por el volcán maderas ya que según los
panfletos que nos dieron en la oficina de turismo solo se necesitan ocho horas
para subir, apreciar la laguna y bajar. Una vez que llegamos a la finca “El Porvenir” la
decisión fue tomada con mucha prisa, pero no podíamos dejar pasar esa
oportunidad.
El plan inicial, consistía en ver
los petroglifos ubicados en la finca “El Porvenir” luego ir a Mérida, hacia la
isla del Congo y encontrarnos con un amigo de mi tío, que había estado con él
en un batallón del ejército, allá por los años ochenta, casualmente ellos
comparten el mismo nombre, ambos se llaman Jehú. Luego iríamos al ojo de agua,
y si nos daba tiempo iríamos a punta de Jesús María a ver el atardecer. Pero
ese recorrido podía esperar, mi madre estaba muy emocionada por subir al
volcán, y no tardó mucho en convencer a mi padre, mi hermana y yo lo teníamos
resuelto, el plan era subir hasta el final o subir hasta el final.
Contextualicemos un poco, el
volcán Maderas es uno de los volcanes ubicados en la isla de Ometepe, la cual
está dentro del lago Cocibolca, o lago de Nicaragua, está a la par de el volcán
Concepción, que es el único activo de la isla, y que su recorrido lleva al
menos diez horas. El volcán Maderas tiene 1400m de altura, y dentro de su
cráter se encuentra una laguna, el recorrido es de 6km y lleva por lo menos
ocho horas. Varias personas han quedado atrapadas por varios días dentro del
volcán, incluso algunas se han perdido en la laguna. El caso más famoso, es el
de la pareja de turistas que se perdió y luego fueron encontrados muertos en un
abismo. La mayoría de incidentes, se dieron porque los turistas prefirieron
subir solos, así que para nosotros subir con un guía era indispensable.
Para subir el volcán, es
necesario llevar suficiente agua, comida, zapatos adecuados, abrigo, linternas
etc. etc. Nosotros no llevábamos, ni zapatos adecuados, ni abrigo, ni
linternas, la decisión de subir al volcán fue tomada a último minuto y
confiábamos en que regresaríamos a tiempo.
Mientras la recepcionista de la
finca nos preparaba la comida y nos conseguía un guía fuimos a ver los
petroglifos. Fuimos por un sendero dentro de la finca, y luego a los terrenos
cercados que hay por fuera especulamos sobre el significado de los dibujos
tallados en las piedras y posamos para las fotos que luego presumiríamos como
si fuéramos arqueólogos al estilo de Indiana Jones o los descubridores de la
tumba de Tutankhamon, cuando regresábamos un muchacho nos encontró y se
presentó como Maynor, preguntó por nuestros nombres y lugar de procedencia para
luego anunciarnos que él sería nuestro guía.
Mientras marchábamos hacia la
cima del volcán, nos dedicamos a conocer un poco a nuestro guía, le hicimos
preguntas de rutina, acerca de sus estudios, su familia, su personalidad, su
estado civil y todo lo que se le pregunta a un desconocido por vez primera,
pero, lo más importante, era saber cuántas veces había subido él al volcán y
que tanto conocía el terreno, queríamos escuchar historias, sobre el volcán, la
laguna, los turistas etc.
Mayor, nos dijo que él, sube al
menos tres veces al mes, para hacer el tour del volcán, en l mayoría de los
casos le ha tocado ir con turistas nacionales, pero, está en clases de inglés y
ha logrado intercambiar unas cuantas palabras con los gringos. De los 25 dólares que cobra la finca “El Porvenir” por
subir hacía el volcán, Maynor, recibe 20, además trabaja en la finca como
obrero, pero estudia secundaria y quiere estudiar ingeniería en sistemas cuando
vaya a la universidad.
El principio del camino era un
sendero pedregoso, y con pasto dónde encontramos ganado pastando, seguramente
todavía propiedad de los dueños de “El Porvenir” luego salimos a un punto dónde
la vista del volcán era impresionante, pudimos ver que estaba cubierto de nubes
o neblina, y fue en ese momento cuando mi madre decidió no seguir, ella padece
de vértigo y estaba consciente de que no subiría más, pero luego seguimos
caminando, pues Maynor nos prometió que más adelante se encontraba un mirador,
ahí podríamos descansar. Mi padre, dijo que si mi madre decidía quedarse el
tendría que acompañarla, por lo que nos tocaría a mi hermana y a mi subir el
volcán.
Cuando llegamos al mirador, mis
padres se tomaron “la foto de la vitoria”, la vista es espectacular, se puede
apreciar un ángulo muy poco conocido del volcán concepción y a la vez del lago
Cocibolca. Una vez que descansamos, era necesario, decidir si avanzaríamos o
no. La respuesta de mi hermana y yo fue definitiva, iríamos hasta la laguna. Mi
madre nos advirtió de que posiblemente regresaríamos muy tarde, o bien, que
podríamos resbalarnos, perdernos etc. pero no nos interesaban sus advertencias.
En cambio mi padre, más tranquilo, nos pidió que les dejáramos agua, y unos
sándwiches para comer y luego regresarse, así la mochila que cargábamos quedó
más ligera.
Después de despedirnos, seguimos
avanzando hacia el kilometro numero tres dónde comeríamos y beberíamos agua. Una
vez que se avanza más allá del mirador el camino se torna distinto, más
pedregoso, más lodoso y más inclinado, además, hace frío, viento y leves brisas
caen cada cierto tiempo; por supuesto que esto debe variar en dependencia del
mes en que se suba el volcán, nosotros decidimos hacerlo en diciembre, que
según entiendo es verano o invierno extendido en dependencia de la región. Por la
mañana habíamos leído en el celular que INETER, estaba recomendando usar abrigo
en Managua, que se caracteriza por ser un departamento cálido, y que en el
salvador las temperaturas estarían entre los 8 y 11 grados.
Mientras avanzábamos hice algunas
fotos de la vegetación y le tomé algunas a mi hermana y Maynor, nuestro guía,
para nosotros subir ese volcán significaba mucho, para Maynor, era su trabajo
regular, aun así, me sorprendió el hecho de que ninguno de sus clientes le haya
tomado una foto mientras los guiaba. También me sorprendió el hecho de que mi
hermana y yo fueramos subiendo, apoyados de bastones y tratando de no
enlodarnos, y él fuera subiendo el sendero como si se tratara de escaleras
comunes y corrientes, más de una vez le mencioné cuánto lo admiraba, pues a
pesar de tener solo 17 años fue un excelente guía.
Según Maynor, debíamos estar en
la laguna a eso de las 2pm, y disfrutarla el tiempo suficiente para luego
regresar y estar en la finca a eso de las 6pm, parecía un buen plan, pero nos
atrasamos comiendo, descansando y también porque bajábamos el paso cuando nos sentíamos
cansados para no tener que detenernos completamente, yo me resbalé unas cuantas
veces, al igual que mi hermana, pero
ninguno de los dos nos herimos o golpeamos de gravedad. A medida que avanzábamos,
el terreno se volvía más resbaladizo, y complicado, las subidas se volvían más
inclinadas y las bajadas más peligrosas, no solo porque al lado del sendero habían
abismos, sino porque era necesario deshacerse de los bastones para bajar usando
las dos manos. Ya que no llevábamos los zapatos adecuados para escalar, nos
enlodamos casi hasta las rodillas, y los zapatos se nos despegaban
constantemente, pero nada de eso podía impedir que llegáramos hasta el final
para ver esa laguna.
Para disimular un poco el
cansancio, y la frustración de no ver cerca el final del sendero decidimos
preguntarle a Maynor sobre leyendas acerca del volcán, mi hermana le preguntó
si el barro tenía propiedades curativas, o si la laguna era mágica, o
medicinal, pero él dijo que no sabía nada de eso, a partir del kilometro
cuatro, yo empecé a preguntarle la hora más seguido, iban a ser las dos y
nosotros no estábamos ni cerca de llegar, ya habíamos comido, pero estábamos muy
ansiosos por llegar, además de cansados de caminar y caminar sin ver
resultados. Cuando llegamos al kilometro cinco, nos encontramos a otro guía,
que venía con un grupo de cheles (extranjeros) y nos preguntó si iríamos hasta
la cima, y nosotros le preguntamos qué cuánto nos faltaba, él respondió que si
nos apresurábamos, llegaríamos en 40min o 1hr.
Empezamos a caminar, tratando de
ignorar el tiempo y la adversidad del camino, dimos el 100% para tratar de
llegar lo antes posible y regresar a tiempo. Antes de llegar al rotulo final,
nos encontramos a otro chele (extranjero) que nos dijo “está un poquito mierda
allá abajo, un poquito”, nosotros solo le sonreímos, porque si algo podía
llamarse mierda era la caminata llena de lodo y barro que habíamos hecho, pero
que en realidad disfrutamos, así que no podía haber nada más mierda que eso, estábamos
equivocados.
Cuando llegamos a un cartel que
decía “Este es el principio del fin, recuerda no botar basura, piensa en tu
futuro”, pensamos que era una extraña forma de dar la bienvenida, pero una advertencia
necesaria, Maynor nos dijo, que solo quedaba bajar al cráter y encontraríamos la
laguna. Bajamos cargados de emoción, el camino era todavía más complicado que
lo que habíamos recorrido, cuando vimos la laguna por primera vez, mi hermana
empezó a repetir que si valía la pena todo lo que habíamos pasado, a pesar de
que estaba cubierta de neblina se podía apreciar que es una hermosa laguna.
(De izquierda a derecha, Ruth, Yo y Maynor de camisa roja con gorra)
Una vez abajo Maynor y yo nos
quitamos las camisas, yo lavé mis zapatos, mis manos y mis pies, al igual que
mi hermana. Preguntamos si podíamos bañarnos en la laguna, pero Maynor dijo que
se podía entrar pero la arena causa una sensación de hundimiento, en efecto,
metí mis pies y sentí que quedaban enterrados en la arena, igualmente no
quisimos rodear la laguna por miedo a perdernos, pero había algo que podíamos hacer
y era tomar las “fotos de la victoria” para hacer constar que habíamos cumplido
nuestro reto, no obstante, lo que nosotros no imaginábamos es que el verdadero
reto sería bajar del volcán.
Eran más de las 3pm, y debíamos estar
en la finca a las 6pm, según nuestros cálculos iniciales, pero estábamos retrasados
una hora, así que, nos apresuramos a recoger nuestras cosas y a marcharnos, por
la prisa, yo dejé la zapata de mi trípode, la misma pieza por la que tuve que
comprar un trípode nuevo, ya que no las venden por separado, pero en ese
momento no me percaté. Estábamos muy confiados en que llegaríamos temprano,
pues bajar el volcán suponía ser más rápido que subirlo, desde el celular de
Maynor enviamos un mensaje a mi papá avisando que ya habíamos salido de la
laguna y todo estaba bien, que pronto llegaríamos, después, mis padres
intentaron comunicarse con nosotros pero la poca señal hacía que se perdieran
las llamadas, aun teníamos tiempo, solo debíamos avanzar un poco más rápido y
llegar al mirador a las 6pm, pues aí el camino era mejor y no importaba que
fuera de noche, pues no era tan peligroso, pero caminar de noche por el volcán
si representaba un peligro mayor, pues podíamos resbalarnos y caer a algún abismo
o golpearnos y quebrarnos algún hueso.
Mientras bajábamos, empezamos a
reconocer varios lugares por los que habíamos pasado cuando subíamos, eso nos
contentó mucho porque nos dio la impresión de que avanzábamos rápido y pronto
llegaríamos a nuestro destino. Maynor, nos decía que íbamos bien, que ya faltaba
poco, pero él comparte muchas características propias de los campesinos de
Nicaragua, por ejemplo: No tiene ni un pelo de tonto, conoce la montaña como la
palma de su mano, pero nunca dice nada concreto, a menos que le preguntes, es
decir, Maynor no era capaz de decirno, “faltan tantos kilómetros” o “faltan
tantos minutos”, siempre nos respondía con vaguedad, a menos que le preguntáramos,
lo cual resultaba muy estresante, ya que nos frustraba escuchar que estábamos cerca
y no llegar nunca al mirador.
El cielo empezó a oscurecerse con
rapidez, si veíamos hacia arriba mirábamos el color gris de las nubes que se
volvía cada vez más opaco, empezó a llover y a soplar el viento, yo guardé mi
cámara dentro de una bolsa plástica y la metí dentro de la mochila que llevaba
mi hermana, seguimos caminando pero con más cuidado y lentitud ya que el
terreno que no era tan lodos había cambiado con la lluvia, de pronto dejamos de
ver el gris de las nubes, y el cielo se tornó negro, el sol se había ocultado y
la noche había caído sobre nosotros, y ni siquiera estábamos a mitad del camino,
en un breve momento de pánico decidí no seguir avanzando y encender el celular
de Maynor para esperar que nuestros padres llamaran, antes habíamos dicho que estábamos
cerca del mirador pues Maynor nos lo había dicho para apresurarnos, pero en
verdad estábamos lejos, nos encontrábamos a más de un kilometro.
Las distancias cambian
totalmente, cuando de subir volcanes se trata, y más aun cuando se trata de
avanzar en un camino inclinado, lodoso, además de la imposibilidad de ver, ya
que solo contábamos con una linterna para los tres, el frío, el cansancio y
debilidad de nuestras piernas. Sabíamos que detenernos era un error, porque
nuestro cuerpo iba a dejar de calentarse, debíamos seguir en movimiento, pero
no podíamos hacerlo solos, mi idea fue pedir otro guía para que nos ayudara a
bajar, no quería terminar contando una historia como la de los demás turistas,
que termina heridos, o bien, muertos, temía por mi vida, por la de mi hermana y
por la del guía, que aunque conocía bien el terreno, nos confesó que era la
primera vez que caminaba de noche por el sendero de noche.
El celular estaba prácticamente
descargado, solo tenía una barra de batería, cuando lo encendimos empezaron a
entrar mensajes de mi madre, pidiéndonos que avanzáramos con cuidado, y recordándonos
que el guía llevaba la linterna, ella ya había previsto los resultados de
nuestra pequeña aventura en el volcán Maderas. Pronto entró una llamada de mi
padre, y le explique rápidamente la situación, no queríamos seguir avanzado
porque el camino estaba muy lodoso, ya era de noche, y una linterna no bastaba
para los tres, le pedí que preguntara si la gente de la finca podía mandar a
otro guía para que nos ayudara, también le explique que el celular estaba por
descargarse que necesitábamos una
respuesta rápida.
Poco tiempo después llamó mi
madre, le expliqué que no estábamos perdidos, porque el guía sabía exactamente
dónde estábamos, pero que no queríamos seguir avanzando, a pesar de la insistencia
de Maynor, ella nos dijo “se acuerdan que yo les dije que no debían seguir
avanzando”, y eso me hizo reír un poco, es muy típico de las madres recordarte
que siempre tienen la razón, le pedí que me llamara en una hora, pues iba a
apagar el celular para que la batería durara un poco más.
El tiempo no parecía avanzar, habían
pasado tan solo quince minutos desde la última llamada, y yo sentía como si
había pasado una hora, empecé a decirle a los muchachos que habláramos sobre
cualquier cosa, y que avanzar no era una opción, así que podían olvidarse de
hacerlo. Hablamos sobre la escuela, sobre Managua, dios y las iglesias, el
alcohol y las drogas, la ley de atracción y lo delicioso que sería estar
comiendo pollo, también hablamos de cómo esas experiencias te hacen crecer y
valorar la vida, le dije a Maynor que el instinto principal del hombre era
sobrevivir, y que en la mayoría de los casos los cobardes son los que sobreviven,
les conté a él y a mi hermana cómo dos hombres de las cavernas se encontraron
con un dinosaurio y el valiente murió, mientras el cobarde logró correr lo
suficientemente rápido para escapar de la muerte, nosotros debíamos hacer lo
mismo, ser cobardes y esperar por otro guía que nos ayudara, ya que ser
valiente y enfrentarse a la adversidad del camino podría costarnos la vida, a
cualquiera de los tres.
Maynor estaba preocupado, el
confiaba mucho en que podía avanzar y guiarnos, pero quedarse y pedir ayuda
para él estaba mal ya que temía que lo despidieran del trabajo, pero traté de
consolarlo diciéndole que hablaríamos con su jefe y le explicaríamos que no fue
culpa de él, sino, nuestra. El tiempo pasó y mi hermana y Maynor siguieron
hablando, mi hermana acaba de salir de secundaria y este es el último año de
Maynor, así que encontraron de que hablar, pero aún no pasaba la ora que había
acordado con mi madre, no podía encender el teléfono.
Creo que ninguno pensó que íbamos
a morir, bromeamos un poco, diciendo que era una suerte que no nos llevamos
nada de la laguna o del volcán, ya que hubiera sido imposible salir de haberlo hecho,
en ese sentido mi hermana es un poco supersticiosa, pero hablar sobre ese tipo
de cosas en una situación de crisis, te hace reír y te causa un poco de alivio.
La brisa continuó cayendo, y la neblina pasaba por el lugar dónde estábamos estancados,
pusimos el abrigo de Maynor en el suelo y nos acostamos, encendimos el teléfono
y esperamos la llamada.
Cuando mi padre se comunicó con
nosotros, nos dijo que andaban buscando a otro guía, que era el papa de Maynor,
para que nos ayudara, y nos pidió que bajáramos poco a poco, yo me negué y le
dije que había llovido y la neblina no nos dejaba ver bien, le conté que estábamos
hablando y tratando de distraernos del frío, que nos llamara una vez que el guía
estuviera confirmado, para darle nuestra ubicación, estábamos en un lugar
llamado “La Argentina”.
Mientras nos confirmaban si enviarían
o no otro guía seguimos hablando, teníamos frío, y para comer nos quedaba un
pedazo de chocolate que mi hermana había guardado, empezamos a bromear sobre
una serie de televisión llamada a prueba de todo, y que luego podríamos contar
esta historia como uno de esos epidosios, decíamos, “¿Tenés frío? Vos no has
subido, ni bajado, el volcán Maderas” o “¿Estás cansado de tanto caminar? Vos no
has subido al volcán Maderas”, también le dijimos a Maynor que luego podría
contar en la escuela cómo fue que nos quedamos estancados y decirle a sus
amigos y demás guías que eran pelcuhes (Amateurs).
Sin duda, bromear en ese momento nos alivió mucho.
Pero lejos de estar pasando un
buen momento, estábamos muy preocupados, si nos decía que no podían enviar otro
guía debíamos avanzar a como pudiéramos, y aunque habíamos considerado dormir
en el volcán, la verdad es que temíamos enfermarnos de neumonía o algo por el
estilo, ya que llovía y hacía mucho frío. Solo nos quedaba una botella de agua,
y nada de comida, y si el celular terminaba por descargarse quedaríamos incomunicados,
la única ventaja que teníamos era que Maynor conocía el lugar dónde estábamos ubicados,
y que eso facilitaba las cosas al otro guía ya que no tenía que buscarnos como
si estuviéramos perdidos en cualquier parte del volcán.
Mi padre llamó una vez más para
confirmarnos que subiría un guía, su nombre era Ever, y es el hermano mayor de
Maynor, en ese momento me sentí mas aliviado, solo debíamos esperar que subiera
hasta el punto dónde nosotros estábamos, Maynor habló con el capataz de la
finca, y le dijo que estábamos en La Argentina, y luego nos dijo que debíamos
gritarle para que nos escuchara, le dije “voy a gritar a todo pulmón y lo voy a
disfrutar”, estábamos muy contentos de que llegara otro guía, el tiempo que pasó
hasta que Ever llegara pareció una eternidad, pero nos sirvió para seguir
reflexionando y conociéndonos, no pude tomar fotos porque la lluvia podía dañar
mi cámara, y temía que el flash atrajera a algún animal o algo por el estilo.
Cuando Ever llegó le pedí que le
prestara su chaqueta a mi hermana, y ya que él es más alto y recio que Maynor,
le pedí que se fuera con mi hermana, Maynor y yo nos fuimos adelante, no era
tan fácil avanzar, mis piernas se habían enfriado y mientras caminaba empezaban
a temblarme, todavía no habíamos pasado la peor parte del camino, nada
mejoraría hasta llegar al mirador, pero sentí que avanzábamos más rápido, y con
más seguridad con los dos guías, aun no habíamos salido del peligro pero todo
apuntaba a que lograríamos bajar del volcán.
Cuando llegamos al mirador todos
fuimos felices, descansamos un poco, y Ever nos comentó que una vez le había
tocado bajar a una mujer que se quebró la pierna, y que estudiaba en la UNAN de
Managua, entre otras cosas. La vista del volcán Concepción desde el mirador era
perfecta, si de día me pareció maravilloso, el paisaje nocturno me encantó, es
una lástima que las cámaras no puedan capturar las fotos con la calidad que el
ojo humano mira los objetos. En el mirador nos tomamos otras fotos, mi cámara estaba
un poco mojada, y cuando quise colocarla en el trípode, me percaté de que había
dejado la zapata, pero hicimos las fotos sin el trípode y seguimos avanzando.
(De izquierda a derecha, Ever, Ruth y Maynor sin gorra)
Después de bajar el mirador todo
fue mejor, aunque mis piernas iban cansadas, y avanzaban temblorosas, el camino
mejoró considerablemente, aunque debíamos tener cuidado con las piedras, Maynor
y yo avanzamos mucho más rápido que mi hermana y Ever, ya que no íbamos tomados
de la mano, pero hicimos varias pausas para esperarlos, y mientras avanzamos
hacia la finca nos dimos tiempo de hablar sobre autos, caballos, montadas de
toros y mujeres, en el camino nos encontramos a su padre, que luego se quedó
esperando a Ever y a mi hermana.
Una vez que llegamos a “El
Porvenir” mi madre y padre salieron a nuestro encuentro, nos abrasamos y nos
sentamos para cambiar de zapatos y esperar la comida que nos había preparado,
intercambie números con Maynor, y le prometí que le enviaría las fotos que le
tomé durante el camino al correo de la finca, ya que en la isla de Ometepe no
hay ningún lugar para revelar fotografías. Mi madre empezó a preguntarme por mi
hermana, y le dije que venía más atrás con el otro guía, y respondí las
preguntas del capataz y de las demás personas, también le expliqué que no era
culpa de Maynor, sino, nuestra ya que nos rehusamos a seguir avanzando.
Cuando mi hermana llegó fuimos a
comer y empezamos a comentar todo con lujo de detalle, mi padre sacó la cámara de
la mochila y empezó a ver las fotos que habíamos hecho en el camino. Estábamos felices
de haber sobrevivido, y también agradecidos con Maynor y con Ever, pues sin
ellos nos hubiéramos perdido, e incluso podíamos haber muerto. La próxima vez
que decidamos subir un volcán, en el caso de que mi hermana se aventure una vez
más, trataremos de no hacerlo tan improvisadamente como esta vez, aunque subiendo
nos encontramos a un chele que iba bajando descalzo, pero bueno, cada quién con
lo suyo. Sin duda, el viaje fue un éxito, y la experiencia que pasamos, a pesar
de ser angustiosa para nuestros padres y para nosotros valió la pena en todos
los sentidos, fue una aventura total, y claro, hubiera sido mejor subir el
volcán de día y regresar a “una hora más sensata”, como dijo un buen amigo de
la familia.
Subir el volcán Maderas, es algo
que toda persona que vaya a la isla de Ometepe, y se encuentre en las
condiciones de salud para hacerlo, debería intentar. Por mi parte, puedo decir
que estoy contento de haberlo hecho mío.
P.D pronto subiré las fotos a Flickr y a 500px, estén pendientes de los enlaces en twitter y facebook. No las subo a facebook porque pierdo los derechos sobre ellas y los odio por eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario