I
El encierro, puede llegar a ser
mortal, las paredes escuchan y ven, pero guardan silencio; la luz y la
oscuridad llegan a ser una misma cosa, un estorbo; el deseo de salir es más
devastador que el mismo aislamiento, incluso más devastador que la fatiga por
el calor: El encierro, puede llegar a ser la muerte, pero la muerte en sí, es
una forma de vida.
Si uno es víctima, o auto-víctima
de la reclusión, lo ideal es procurar no
perder la razón, incluso después de muerto, lo ideal es el arte, como medio de
expresión, es necesario, vomitar las ideas sobre cualquier elemento que las
resista: Así, vivo o muerto, uno puede estar más tranquilo.
II
Xavier parece ser
víctima del encierro, pasa horas sentado sobre una banco de madera, observando
fijamente la misma pintura que comenzó hace meses y no ha logrado terminar. El
cuarto en el que decidió confinarse es una de las salas del teatro Rubén Darío,
más específicamente, un pequeño cuarto que está situado detrás del telón.
Comenzó a pintar mujeres, muchas
mujeres en diferentes espacios y tiempos, pero no ha logrado encontrar a la
indicada, ha borrado numerosas veces las pinturas y esta lleva varios días en
negro, la paleta de colores y los oleos se encuentran regados en el piso.
En el pequeño compartimiento solo
hay una mesa que Xavier considera inútil, pero, que no puede mover, una vieja
radio, que pueda escuchar solamente cuando no hay presentaciones en la sala, un
espejo de baño, que Xavier no se atreve a mirar, y su banco: No necesita cama,
su frustración no le deja dormir.
III
Por la madrugada Xavier decide
pintar, comienza imaginando a una bella violinista tocando una preciosa melodía
en alguna de las salas del teatro, la imagina como un personaje simbólico de
una obra de teatro, que se pasea desnuda entre cada escena anunciando lo
inesperado. La ejecución de su instrumento y su actuación están dotadas de
hermosura, cada nota lleva consigo una carga emocional tan intensa que incluso
atrapa al director de la orquesta, que deja de mover sus brazos suavemente a
medida que la escucha.
La imagen de Xavier empieza a
formar parte no solo de su mundo imaginario, sino, del real, lentamente empieza
a escuchar que alguien toca el violín a lo lejos, y de momento piensa que todo
está en su mente, pero las sonidos se cruzan y hacen que vuelva en sí.
A lo lejos suena “Nostalgia”, una canción del maestro Yanni, el violín no tiene ningún
instrumento que le acompañe, pero la canción no pierda la magia que le
caracteriza. Xavier no sabe qué hacer, desea perseguir el sonido para descubrir
quién ejecuta tan maravillosa pieza con tanta perfección, pero teme dejar su encerramiento
y, más teme descubrir que su cárcel le ha hecho delirante.
IV
Xavier decide irremediablemente
correr detrás de la bella música, las escaleras y salas del teatro se
convierten en un frustrante laberinto que debe recorrer de arriba abajo y de
lado a lado, encontrar al violinista parece imposible, así que se recuesta
sobre una pared e intenta imaginar que los sonidos desaparecen, pero no lo
consigue.
Cada vez la ejecución se vuelva
más intensa y la dirección del sonido más clara. Xavier recorre de nuevo los
pasillos del teatro, y un viejo pasadizo lo lleva a una sala que desconocía, en
el escenario estaba ella, casi desnuda, de espalda a los asientos del público.
Una manta negra le cubría la cintura, sus cabellos eran rubios y largos, y
tocaba Nostalgia con un violín rojo.
Parecía ignorar la presencia de
Xavier, por lo que él decidió observarla y escuchar dos interpretaciones más.
Cuando ella terminó, él empezó a
aplaudir y a gritarle maravillado, bajó las escaleras a la mitad, y desde ahí
siguió expresándole su admiración, pero ella permaneció en el mismo sitio, con
la cabeza abajo y se dispuso a interpretar la misma canción una vez más. Xavier
siguió bajando las escaleras y subió al escenario para observarla más de cerca.
La violinista terminó de tocar la
canción y Xavier le habló pero ella seguía ignorándolo, repentinamente él pensó
que podía tratarse de una artista sorda y ciega. Con los pies y manos
temblorosas se le acercó y empezó a tocarla suavemente, ella respondía
tímidamente a sus caricias, pero no se movía del mismo sitio dónde él la había
encontrado. Repentinamente, ella habló:
— ¡Armando! Lo lamento, no puedo
evitar que regrese, por más que lo intento siempre vuelve a mí, con sus elogios
y caricias, no puedo hacer que se valla, lo siento mucho. — dijo, dirigiéndose
a un hombre que se encontraba sentado en la tercera fila de asientos.
—Lucía, querida, ni a mí ni a vos
nos conviene pasar horas en esta sala intentando ahuyentar a tus fantasmas. No
tengo dudas de tu talento como violinista, pero no puedo permitirme, ir por ahí
cuidándote de tus alucinaciones. El doctor ya te dijo que no estás enferma,
¿Por qué entonces lo seguí viendo? — Le respondió el hombre desde su silla.
Xavier sin duda se encontraba
desconcertado, se perdía en la discusión entre la bella violinista y aquel
sujeto desconocido que no salía de las sombras y quiso intervenir para llamar
su atención,
— ¡Estoy aquí! Por si no lo han
notado, puedo escucharlos, vine desde el costado este del teatro, escuché a la
violinista interpretar Nostalgia mientras pintaba un cuadro —
expresó Xavier, pero sus palabras eran mudas.
El hombre que estaba en la
tercera fila se levantó y dijo:
—Volveré en unos momentos, seguí
tocando, probá con otra canción, yo te escucharé mientras recorro los pasillos,
y por favor Lucía, no dejes que él regrese.
Lucía, procedió a interpretar Adagio
y Preludio, cerró sus ojos e imagino
que Xavier desparecía y no volvía jamás.
V
Xavier desaparece y se encuentra
sentado sobre su banco, observando la pintura de la violinista, toma su oleo
negro y la deshace. La frustración toma posesión de él, pero esta vez su
inquietud no viene de la sensación de reclusión, o de la imposibilidad de
vomitar sus ideas sobre el cuadro, sino, de complejidad que representa su
inexistencia.