Devoran mi rostro por las noches.
En su compañía momentánea,
Recuerdo los días cuando solía gritar
Y jugar con sus recuerdos.
No hay más remedio que contaminarnos
Con el placer de los delirios.
Ofrece sus oras pensadas para amar,
Amar y morir. Y nos embrutecemos
Con el dolor intenso que exigen,
Los intentos excesivos de ser feliz.
Es cuestión de necesidades,
No tan urgentes, ni tan necesarias,
Pero si inevitables. Es un gusto
Para innegable para cualquiera.
Las horas seguirán pasando,
Pero nunca será mañana, ha aprendido
A jugar con el reloj; le deja avanzar,
Y luego le detiene, para soñar que
Los segundos son arena hundida
En el fondo silencioso del mar.
Y ahí estaremos, observando el cielo,
Contemplando su azul intenso.
Soportando el calor asfixiante y la repentina
Ceguera por la luz, pero aun no será mañana,
Todo es un sueño, una ilusión, todo es ella.
Podríamos vagar entre miles de nubes claras,
O quizás deslizarnos en las notas de una melodía.
Disfrutaríamos descansar sobre nuestros cuerpos,
O simplemente con dormir en el silencio mismo.
Todo ocurre mientras se marcha,
Ya el reloj ha parado de jugar,
Se han secado las aguas, pero yo,
Sigo perdido buscándola.
Me ha dejado solo, recostado
Con la mirada fija hacia arriba,
Listo para recibir el último golpe
Que derribara el cielo sobre mi,
Y finalmente me hará despertar.
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