El bullicio se ha adueñado de la plaza
Pedro Joaquín Chamorro, y una leve brisa cae sobre el departamento de Masaya. Entre
la multitud, que ha asistido para conmemorar un acción guerrillera conocida
popularmente como el repliegue, se distinguen
voces que susurran y especulan la llegada del “Comandante”. Otros se preguntan
donde dormirán, o como regresaran a sus hogares después de una larga jornada.
El presidente, Daniel Ortega, entra a
la plaza rodeado por un cordón de seguridad impenetrable, que evita el paso de
cualquier atentado contra su vida. “¡Juventud,
juventud, juventud!” “¡Daniel, Daniel, Daniel!” exclaman los eufóricos
militantes que intentan aproximarse para saludar a su líder, quien ondea la
mano sonriente, tan próximo y a la vez fuera de alcance. Los jóvenes, son retenidos
por policías que les indican “¡avanzá,
avanzá!” “Dale chavalo, movete, rápido”.
En la tarima, el acto final comienza
con un discurso del “más humilde de los amantes
de esta nación” Félix Trejos, alcalde de Masaya, quien en su exaltación hace
una extraña comparación entre el Presidente, árboles y Jesús. A la vez,
aprovecha para rendir cuentas de su administración.
“Comandante Ortega y la Compañera Rosario, Paladines de la
Libertad de Nicaragua” gritaba entusiasmado, mientras
en la plaza Pedro Joaquín Chamorro continuaba el ir y venir de personas. Algunos
ya se preparaban para regresar a Managua, o cualquiera que fuera su destino. Así
finaliza la XXXIII edición del Repliegue táctico a Masaya.
De regreso, las calles
son distintas. En la madrugada, las tarimas montadas a lado de la carretera a
Masaya ya no están, no queda rastro de los bailarines ni de los animadores que
alentaban a los marchantes en tempranas horas de la tarde, trabajadores de la
alcaldía se apresuran a limpiar las calles inundadas con bolsas, botellas y
otros desechos. Antes de que salga el sol no habrá pista alguna del paso de los
caminantes.
En su libro Repliegue táctico a Masaya, el
periodista Pablo E. Barreto cuenta que, el 27 de Junio de 1979 los combatientes
sandinistas, empezaron a organizar su salida hacia Masaya, que se encontraba
bajo control de las fuerzas guerrilleras. Al caer la noche, combatientes y
población de distintos puntos de la capital se concentraron en una calle del
reparto Don Bosco y fueron organizados en tres columnas que partieron hacia la
ciudad de las flores.
A pesar del sigilo,
la Guardia Nacional descubrió la acción al día siguiente, y empezó un bombardeo
cuando las columnas guerrilleras iban por piedras quemadas. El pánico y el
desconcierto de muchos aseguraron su muerte. Entre pausas breves los guerrilleros
eventualmente llegaron a Nindirí, donde fueron bombardeados y luego a Masaya,
donde se organizarían para la toma de otros departamentos del país.
Cada año, militantes del Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se reúnen en la plaza Comandante Ana
María en el mercado Roberto Huembes, para emprender una marcha de 33 kilómetros
hasta Masaya, y de esa forma conmemorar una acción inolvidable. Se reúnen para
ponerse al día, y hablar de viejos tiempos, portan sus medallas, y uniformes
guerrilleros, mostrándose orgullosos de defender la causa revolucionaria.
Después de treinta y tres años siguen marchando.
Pero en la plaza Comandante Ana
María, también concurren jóvenes que han heredado la tradición histórica de sus
padres, y familiares. Otros que acuden en honor a familiares caídos en los años
de lucha revolucionaria. Y muchos que no tienen idea de la importancia
histórica de ese día.
En la radio Sandino, se comenta
el desarrollo del Repliegue, diferentes personalidades explican antecedentes
históricos y cuentan anécdotas de aquel 27 de Junio del 79. Los comentaristas,
anuncian un clima de tranquilidad y alegría.
Al mismo tiempo, en uno de los
puentes que sirven para llegar a la plaza Comandante Ana María, un grupo de
jóvenes en riesgo se enfrentó con la
Policía Nacional. Un joven ensangrentado lanzaba insulto contra las fuerzas del
orden e intentaba alcanzar a uno de los detenidos.
A pocos metros de la plaza, unos
cinco jóvenes se encontraban con las manos arriba y la cabeza baja contra la
pared, una multitud se acercaba a ver lo que ocurría. Pero agentes policiales
impedían que las personas se acercaran demasiado. La mayoría de personas se
encontraban a la expectativa de un nuevo conflicto. El muchacho ensangrentado
gritaba a los policías y estos le negaban algo con la cabeza. Finalmente una
patrulla se llevó a los detenidos, y el joven herido quedó esperando.
La multitud se dispersó, todos
comentaban. Había demasiadas versiones de los hechos, unas más raras que otras.
En el interior de la plaza, los
vendedores ofrecían todo tipo de mercancías alusivas a la celebración
revolucionaria: Camisetas con imágenes de Sandino, Tomás Borges, Carlos
Fonseca, Daniel Ortega, y El Che estampadas, gorros camuflados, broches,
banderas y medallas. Algunos se pintaban con aerosol emblemas como el de la
Juventud Sandinista 19 de Julio (JS19J) en las mejías y los brazos.
“La leche” (Alcohol) no faltaba, ni la toña o el popular caballito. No eran las cinco de la tarde
cuando ya se podía decir quienes iban y quienes no iban a arrancar. En su
mayoría los borrachos bailaban al son de la famosa canción de El Guadalupano: Solo el sandinismo no más. No obstante,
otros habían buscado un rincón dónde recostarse y alejarse del bullicio.
Antes del discurso inaugural a
cargo del presidente Ortega, caravanas de buses y motorizados empiezan a salir
de los barrios aledaños al mercado Roberto Huembes. Personas caminando, en
bicicleta y hasta en silla de ruedas se abren paso por las calles. En las
afueras de las casas las personas se reúnen para esperar el paso del
“Comandante”, en una esquina está la transmisión en vivo de radio Sandino,
sonando a todo volumen, y en otra suena un disco con una colección de canciones
revolucionarias, las más populares, como La
Consigna y Que se derramen las copas.
El paso entre los barrios
aledaños al mercado Roberto Huembes, hacia Las Colinas, es una muestra de la
condición en que viven las diferentes clases sociales. Las casitas de madera,
piedra y tablas destruidas de momento desaparecen ante la vista de ostentosas
mansiones, con tres o más lujosas camionetas. “Aquí viven los vende patria” se comenta entre risas, en
broma y en serio.
A lo largo de la carretera a
Masaya, un sinnúmero de toldos y tarimas están instalados. Bailarines de
folklore, animadores, música, “puestos de agua”, y ventas de comida se
establecen al lado de la carretera, por dónde pasan los vehículos y caminantes.
“Caminen, caminen que están jóvenes” le
gritan unas señoras a unos chavalos que están a la espera de la caravana del
presidente, “¡Vos porque vas en camioneta
jodida!” le responde uno de ellos.
Pasan las horas y grupos de
personas siguen pisando la carretera a Masaya, con destino a la plaza Pedro
Joaquín Chamorro en Masaya. Del otro lado de la carretera un hombre completamente ebrio se sienta sobre
una división que separa un cauce de la pista, su presencia se hace notar pero
nadie acude a ayudarlo, si pierde la consciencia podría acabar muerto.
Finalmente la policía lo retira
del lugar, se detiene el tráfico, la gente empieza a ver las patrullas y las
luces de las sirenas, alistan sus banderas y se preparan para saludar al Presidente
Ortega, y del otro lado siguen pasando caminantes que luego se incorporan a la fila
de gente que sigue el vehículo Mercedes Benz en que se transporta el “Comandante”,
rodeado de un circulo impenetrable de policías, la seguridad personal y
miembros de la JS19J.
El paso no es continuo, de
momento el presidente acelera la marcha del vehículo y después de recorrer
cierto tramo frena para saludar a la multitud que lo espera al lado de la
pista. Sin embargo, a pesar del revuelo que causa el paso del líder sandinista,
muchas personas siguen confundidas y preguntan si “ahí va el hombre”, persiguen la caravana esperando ver un gesto
amistoso de Daniel Ortega o doña Rosario Murillo. Pocos lo logran.
Entre la conmoción no falta
alguno que aproveche el descuido de los simpatizantes sandinistas, para tomar
algo que no es suyo. Unas cervezas, una papaya y una piña de mamones desaparecen
en un suspiro, de la mesa donde las tenían ubicadas. El camino es extenso.
Cualquiera que se arriesgue a
perseguir la caravana corre el riesgo de caer en el intento, no hay manera que
los agentes policiales dejen pasar algo, el camino debe estar despejado. En la
carrera un carretonero, que carga a su hija sobre dos sacos de basura, se
descuida y al paso de la caravana falla en subir su carretón al boulevard, y la niña cae. La criatura
llora y llora pero solo su padre y unos cuantos curiosos le prestan atención.
Actualmente el
repliegue se desarrolla en un clima totalmente diferente, nadie se esconde,
nadie teme el bombardeo sorpresa de la Guardia Nacional, y es carretera
abierta. Todo eso quedó treinta y tres años atrás, pero vive en la memoria
colectiva de muchos.
En Junio de 1979 las columnas
guerrilleras se deslizaron entre el monte y el silencio de la noche,
sobreviviendo ese día para luchar y resistir el siguiente. Al este de Nindirí,
desde El Coyotepe, la Guardia Nacional les bombardeaba incansable. Finalmente,
llegaron a Masaya, territorio tomado por las fuerzas del FSLN, luego de
arrastrarse por el monte y ser recibidos en la madrugada por guerrilleros y
pobladores de Masaya.
Desde Masaya, los combatientes y
pobladores procedentes de Managua se organizaron para luego tomar las ciudades
de Granada, Jinotepe, Diriamba, y Masatepe. Faltaban 22 días
para el triunfo definitivo de la revolución Sandinista.
Es casi media noche.
Cerca del kilometro 20 un joven va exclamando “¿Y vos por qué venís aquí? Yo vengo por César, porque si Cesar dio su
vida para que yo fuera libre, porque yo no voy a caminar unos cuantos
kilómetros por él, ¿Quién dijo miedo?” y se dirige a un amigo “oe Ignacio, ¿hasta Masaya? Y sigue
caminando, caminando por César. En sentido contrario viene una muchacha
embarazada, vomitando por las nauseas aparentemente, pero entre los gritos de
ayuda, uno de sus acompañantes confiesa que está prácticamente intoxicada, “bebió de todo, caballito, cerveza, ron
plata”, nadie parecía estar interesado en auxiliar a la muchacha en ese
momento de desesperación, dos médicos pasaron al lado y prefirieron seguir
avanzado, finalmente, su acompañante le metió el dedo en la boca para forzarla
a vomitar.
Más allá del kilometro 20 algunos
optan por pedir raid hasta Masaya,
otros siguen caminando, para finalmente reposar en la plaza Pedro Joaquin
Chamorro, o reencontrarse con amigos, familiares o algún samaritano que les
lleve de regreso luego que finalice el discurso del Presidente Daniel Ortega.
El bullicio se ha adueñado de la
plaza Pedro Joaquín Chamorro, entre la multitud se distinguen conversaciones que
van desde el recuento de los sucesos de la noche, hasta pláticas laborales y
personales. Entre la multitud, los protagonistas de este suceso histórico y
clave para el triunfo de la Revolución Sandinista, se confunden con el resto de
personas, su historia la reconocen todos los que aseveran deberle la libertad
que hoy gozan, son héroes, con rostros conocidos nada más por ellos mismos.